Leon Battista Alberti (Génova, 1404-Roma, 1472) es una de las figuras más deslumbrantes del Renacimiento italiano. Su calidad como humanista y la variedad de campos en los que destacó hacen difícil compararle con alguien más que con el gran Leonardo. Fue arqueólogo, matemático, filósofo, músico, lingüista y poeta. Abrazó la carrera eclesiástica y fue secretario personal de tres papas. Fue el primer teórico artístico del Renacimiento, y dejó tratados emblem´ticos sobre pintura y arquitectura. Sus edificios forman parte de lo mejor del Renacimiento. Trabajó al servicio de los mecenas m´s importantes de su época, los papas, y quedan magníficas huellas de su talento por doquier: Ferrara, Mantua, Rímini…

En su prosa, Alberti aportó una innovacióón de alta significación histórica: estaba conscientemente dirigida a pasar al italiano vulgar la majestuosidad de los clásicos, partiendo directamente de los ejemplos latinos, al igual que construyó su arquitectura sobre la de los monumentos romanos antiguos. Es una prosa nueva, sin apenas ligaduras con la de Dante y escasamente vinculada al modelo de Boccaccio. Los dos primeros relatos seleccionados, La araña y El lago, pertenecen a su obra Intercenali, una serie de alegorías y aforismos; el primero es una hermosísima alegoría moral; el segundo, una fábula política que combina el amor por la tradición con una especulación intelectual y política plenamente renacentista. El tercer relato, La mosca, que forma parte de su Apologhi ed elogi, es también una fábula moral, llena de humor velado, en elogio de la sencillez.